¿De qué depende nuestra felicidad?

La felicidad es un término que utilizamos habitualmente cuando nos sucede algo que nos alegra, que esperábamos o cuando experimentamos sentimientos que nos hacen sentir bien, contentos y gozosos. Como resultado, nuestro estado de ánimo mejora sintiéndonos más optimistas, relajados y satisfechos con nosotros mismos, allegados y nuestro entorno.

No obstante, el período de felicidad es transitorio porque a lo largo de nuestra trayectoria vital, también pueden aparecer momentos más amargos y emociones más difíciles de gestionar. Ahora bien, tanto los momentos y emociones que nos hacen sentir bien como aquellas que no son tan gozosas son necesarias para poder aprender de todas las experiencias y, por muy malas que sean, son una experiencia de aprendizaje y superación. No podemos estar siempre felices porque seríamos como un robot que ni siente ni padece. Precisamente el que no siempre nos sintamos felices, hace que valoremos si cabe todavía más, los momentos de alegría y bienestar pleno, de la misma forma que valoramos muchos más la salud, tras sufrir un simple resfriado.

¿La felicidad se relaciona con la subida de sueldo?

Sin embargo, la subida de sueldo no siempre genera el mismo impacto en todas las personas porque, en ocasiones, el aumento de ingresos va asociado a una mayor carga de responsabilidad y trabajo que no todo el mundo desea.

En otros casos, la revisión salarial puede dar lugar a la decepción y frustración si el aumento no se ajusta a las expectativas que tiene el trabajador y, ello, puede afectar negativamente a su continuidad, rendimiento e implicación laboral.

De igual forma, la ambición es un factor crucial. Si la ambición es desmesurada probablemente el aumento salarial no aporte la satisfacción esperada o ésta sea de muy corta duración. La ambición en este caso hace que se quiera más y más y cualquier subida parezca insuficiente y nunca se acabe de estar recompensado o solo sea en un espacio breve de tiempo.

¿La felicidad la proporciona el dinero?

Es importante tener en consideración que la felicidad es un término muy abstracto y completamente idiosincrático o personal. Lo que a unas personas les puede hacer sentir bien, a otras, puede que no les aporte mayor bienestar y prefieran sentirse bien en otras circunstancias o realizando otras actividades. Por ejemplo, hay personas que son felices comprando mientras otras se sienten bien compartiendo momentos con la familia y amigos o, simplemente, leyendo o con un baño relajante.

En cualquier caso, vivimos en una sociedad materialista en la que mayor parte de valores predominantes están asociados al dinero y bienes materiales que se pueden obtener, valorando y valorándose más a las personas por lo que “tienen”, más que por lo que “son”. Es en este contexto en el que las personas para sentirse bien necesitan cada vez más dinero. Dinero que utilizan para sentir que son aquellas personas que les gustaría ser y utilizan una parte importante de sus ingresos en la adquisición de bienes de consumo de marca, perfumes caros, móviles de última generación, etc. y, como en la mayoría de la población, su economía que depende en gran parte del salario percibido.

Es esencial tener en cuenta que el dinero no compra la felicidad. Personas a las que les toca la lotería están arruinadas al cabo de pocos años o solo se les han acercado gente movida por el interés; personas que pese a tener buenos patrimonios se sienten tristes; personas que están muy enfermas y no les sirve de nada el dinero porque no pueden comprar años de vida, etc. son claros ejemplos de que la felicidad no depende del dinero.

No obstante, el salario nos permite cubrir nuestras necesidades y sí es importante, más que para ser felices, para tener tranquilidad y estabilidad porque aquellas personas que no llegan a final de mes o no pueden pagar alquileres o hipotecas, recibos, alimentación… sufren mucho estrés y, a veces, hasta rechazo por parte de la sociedad.

Por tanto, podemos concluir diciendo que el dinero no da la felicidad, pero es necesario para poder satisfacer nuestras necesidades más esenciales y facilita nuestra salud mental porque sin calidad de vida no hay salud mental y todos necesitamos sentirnos bien sabiendo que llegamos a fin de mes y, en la medida que se pueda, concedernos algún capricho. No obstante, hay que tener cuidado con la ambición desmesurada por el dinero. Nuestra autoestima es un valor intrínseco a nosotros mismos y no sería adecuado que dependa de conseguir marcas o productos caros y no necesarios. EL SALARIO NOS AYUDA A CUBRIR NUESTRAS NECESIDADES BÁSICAS PERO EL DINERO NO COMPRA LA FELICIDAD Y LO MEJOR ES SER UNO MISMO

En el Centro Psicológico Consuelo Tomás te ayudamos a sentirte bien aumentando tu autoestima y bienestar emocional.